Ximena Quintanilla es la mujer que encabeza la lista de inventos patentados en Colombia

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Uno de los grandes retos para el desarrollo científico del país es contar con mayor cantidad de mujeres investigadoras. María Ximena Quintanilla, profesora titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Sabana e Investigadora Senior en Minciencias, se posiciona como líder del listado de mujeres inventoras, publicado por la Superintendencia de Industria y Comercio, gracias a un trabajo extenso en donde los alimentos son protagonistas.

“Mi vida personal y académica comparten la pasión por lo que hago. Me encanta viajar, bucear y conocer otras formas de alimentación, ya que de esa manera todo el tiempo estoy pensando cómo podemos hacer mejores alimentos de manera asequible para todos”, dice Quintanilla, quien realizó su Doctorado en Ciencias en Alimentos en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional de México.

La inspiración de María Ximena por investigar viene de la posibilidad de hacer nuevos materiales a partir de subproductos alimentarios, pero también de los profesores que fueron clave en inculcarle ese amor por la investigación. Lo anterior, ha permitido que hoy sus líneas de investigación estén enfocadas en el desarrollo de alimentos funcionales (aquellos que han sido elaborados añadiéndole componentes biológicamente activos que cumplen una función específica y contribuyen a mejorar la salud de las personas. Por ejemplo, los yogures que ayudan a reducir el colesterol o los cereales enriquecidos con vitaminas y minerales), a partir de la micro y nanoencapsulación.


Sin embargo, más allá de ver su nombre en un listado, María Ximena afirma que si bien es importante tener en cuenta que dichas patentes significan un gran aporte para la industria de los alimentos, las personas y las mujeres, ella no es la única autora.


“En el mundo son muchos más los inventores hombres que en un año pueden obtener un número específico de patentes. Aquí, con este listado, yo creo que se quiere resaltar que también hay mujeres que somos inventoras creativas y que en un período corto de tiempo hemos logrado la aprobación de varias patentes. A mí, en el 2022 me aprobaron cuatro patentes en las que no soy única autora, pero aparezco en las cuatro. Dentro de esa misma lista está Estefanía Aragón, con dos patentes, de las cuales es coautora de dos de las cuatro en las que yo estuve.”


Pero diseñar alimentos, es una tarea ardua en medio de un mercado cada vez más exigente y dado a lo saludable. Por eso, Quintanilla es enfática en que es muy complejo poder hablar de alimentos saludables porque son muy pocos los alimentos que realmente tienen pruebas de validación de lo que declaran en el cuerpo humano. En ese orden de ideas, su labor y la de quienes la suelen acompañar en sus investigaciones es ir un poco más allá de establecer fórmulas.


“A través de modelos simulados buscamos determinar que lo que se declara en un alimento, en una etiqueta de un compuesto en específico, sí tenga un efecto positivo en el cuerpo humano. El Invima cuando, por ejemplo, vamos a sacar una aclaración, pide que uno valide una información. Sin embargo, si un alimento tiene proteína, más allá de la cantidad la pregunta es ¿cuánto de esa proteína es tomado por el cuerpo humano para que tenga un efecto positivo en la nutrición? Eso nadie lo hace y nosotros nos enfocamos en diseñar alimentos que sí tengan ese potencial evaluado en modelos simulados”, explica.


En ese sentido, explica la experta, a la hora de diseñar alimentos, siguen varios pasos que en palabras sencillas buscan determinar una necesidad, plantear una formulación con materiales de bajo costo para que la gente del común pueda adquirirlos y revisar qué tecnologías de alto impacto existen para hacer posible ese resultado y para que sea posible replicarlo a nivel industrial.


Lo anterior, también es una respuesta a dos factores importantes. Por un lado, a la incidencia del hombre sobre la naturaleza, que ha venido a afectar a la calidad de los alimentos y su origen netamente natural y por el otro lado a la cantidad de alimentos ultra procesados y de baja calidad que tienen incidencia en la salud de las personas.


“El alimento, así como puede ser la mejor medicina, puede ser una enfermedad. Los índices de obesidad no son gratuitos, se incrementan significativamente año tras año. Eso se debe a lo que comemos. Además, lo que hace la obesidad en muchos casos, termina por desencadenar otro tipo de enfermedades por todos los desórdenes metabólicos que se generan el cuerpo humano”, explica.


En ese sentido, los desafíos son contantes, pues como bien explica Quintanilla, en cuestiones de alimentación el diario vivir es clave. Eso significa que si bien la industria alimentaria es mucho más robusta que la de los laboratorios, la velocidad en la que se generan nuevas fórmulas es mayor. En ese sentido, explica que el gran obstáculo radicaría en superar la barrera que muchas veces hace más difícil escalar y validar rápidamente el resultado de las pruebas para entender los efectos en la salud de esos alimentos que terminan en la mesa de los consumidores, pues a la hora del té “si nosotros queremos ser responsables con los alimentos que diseñamos tenemos que comprometernos más allá de la etiqueta”, finaliza.

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