Vivir la novena a san José en el Seminario Mayor de Zipaquirá, una experiencia diferente abierta al público

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El primer título atribuido a San José es de «Padre Amado»; significa que ningún otro santo después de la Virgen María ocupa una importancia tan grande en el Magisterio de la Iglesia.

La devoción a San José, proclamado Patrono de la Iglesia Católica, ha sido destacada a lo largo de muchos siglos y en los últimos tiempos con varios documentos, en particular la «Redemptoris Custos» de San Juan Pablo II y la Carta Apostólica «Patris Corde» del Papa Francisco. Tal como lo dijo el Papa San Juan Pablo II, «Tenemos constantes razones para recomendar a cada persona que se acerque a San José y reciba todas sus gracias”.

Esta devoción se vivirá de manera especial en el seminario Mayor San José de la diócesis de Zipaquirá, pues es la fiesta de su patrono.

En ese sentido, el Seminario celebra desde este domingo 10 de marzo la Novena a San José con acceso libre al público para participar unidos como familia diocesana.

Programación:

Domingo 10: 8:00 p.m. Vísperas – Capilla del Seminario.

Lunes 11: 5:30 p.m. Eucaristía – Capilla del Seminario

Martes 12: 5:30 p.m. Eucaristía – Capilla del Seminario

Miércoles 13: 8:00 p.m. Vísperas – Capilla del Seminario.

Jueves 14: 5:30 p.m. Eucaristía – Capilla del Seminario

Viernes 15: 5:00 p.m. Eucaristía – Parroquia Ntra, Sra. del Carmen, San Juanito.

Sábado 16: 7:00 a.m. Eucaristía – Parroquia Ntra, Sra. de los Dolores. La Concepción.

Domingo 17: 8:00 p.m. Vísperas – Capilla del Seminario.

Lunes 18: 7:30 p.m. Vísperas – Capilla del Seminario

Martes 19 Fiesta patronal Seminario Mayor.

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Transcribimos a continuación un escrito de José Antonio Bertolin OSJ publicado en su portal de Oblatos de San José Perú, titulado «San José padre amado»:

«En la Carta Apostólica Patris Corde, Papa Francisco afirma que «Todos pueden encontrar en San José – el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta- un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación”. Al definir el perfil del Santo Patriarca en esta carta apostólica, Francisco presenta siete títulos que han iluminado la vida de este santo y que se convierten en referentes para todos los cristianos.

El primer título atribuido a San José es de padre amado; esta prerrogativa significa que ningún otro santo después de María ocupa una importancia tan grande en el Magisterio de la Iglesia. Su grandeza está en el hecho de que era el esposo de María y el padre de Jesús. Como padre de Jesús, él ha puesto toda su vida al servicio de él, y esta disposición total de sí mismo por la realización del plan salvífico de Dios nunca ha estado olvidada en la Josefología y en el corazón de los fieles.

Estas expresiones de consideración y de amor por su misión paterna, indispensable en el designio de Dios, han sido traducidas en primer lugar en las reflexiones teológicas que siempre ha afirmado que Dios lo ha nombrado padre de su Hijo y le ha confiado la misión de ministro de la salvación. San José resulta así un padre amado; amado de Dios en modo especial, amado de la Iglesia y amado de los fieles. En efecto, el lugar de San José en el plan de Dios entra completamente en la realidad histórica de la humanidad de Jesús, que tenía necesidad de su paternidad.

Para tal misión que Dios le ha confiado, José es el padre amado de Dios, como afirmaba san Bernardo en una de sus homilías: “Dios encontró a José según su corazón y le confió con plena seguridad el secreto más misterioso y sagrado de su corazón. Le reveló las oscuridades y los secretos de su sabiduría, haciéndole conocer el misterio desconocido para todos los príncipes de este mundo”. Podemos decir que su lugar en el corazón amoroso de Dios está en el hecho que se le ha confiado el misterio cuyo cumplimiento todas las generaciones de la casa de Israel han esperado, y como decía San Juan Pablo II, “se le ha confiado todo lo que depende del cumplimiento de este misterio en la historia del pueblo de Dios”.

José es un padre amado de Dios porque Dios le confió a su Hijo, para que, mediante el ejercicio de su paternidad, fuese la única creatura sobre la tierra, a excepción de María, que a Jesús ha dedicado todos los cuidados afectuosos de su corazón paterno, de tal modo que su amor paterno influyera sobre el amor filial de Jesús, experimentando así una relación muy profunda con el Salvador. En efecto, San Pablo VI afirma categóricamente que “San José, es el tipo de evangelio que Jesús, después de haber dejado el pequeño taller de Nazaret y haber iniciado la misión de profeta y maestro, proclamará como programa para la redención de la humanidad”, es decir este padre amado ha influenciado profundamente en la vida de Jesús y también ha influenciado en su obra misionera como predicador de la buena nueva.

San José es un padre amado porque Dios le concedió la gracia de “aquello que muchos profetas quisieron escuchar y no lo escucharon; y él no solo lo veía y lo escuchaba, sino que lo llevaba en brazos, lo guiaba en sus primeros pasos, lo abrazaba, lo besaba, lo alimentaba y cuidaba de él”. San José es un padre amado porque estaba profundamente unido a Jesús y María y por eso participó de manera especial en la redención de la humanidad.

San José es un padre amado porque como nos enseña el Papa León XIII, Dios lo ha escogido «como esposo de la Virgen María, no solo para ser un compañero de vida, un testigo de su virginidad, un custodio de su honestidad, sino para participar mediante el vínculo conyugal, de su excelente dignidad”

San José es un padre amado porque en compañía de su esposa, después de ella, ha superado a todos los santos y a los ángeles en gracia y en gloria siendo el más amado de Dios sobre cualquier otro santo. Es el más amado porque ha estado más cerca y más unido a nuestro Salvador y a María su esposa y ha participado más que todos los santos de su santidad. San José es un padre amado porque no hay ninguno más que en compañía de María, haya sido destinado a cuidar, proteger, alimentar y educar la humanidad de Cristo.

Papa Francisco afirma que San José es un padre amado porque “San José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano, como lo demuestra el hecho de que se le han dedicado numerosas iglesias en todo el mundo; que muchos institutos religiosos, hermandades y grupos eclesiales se inspiran en su espiritualidad y llevan su nombre; y que desde hace siglos se celebran en su honor diversas representaciones sagradas. Muchos santos y santas han sido sus devotos apasionados, entre ellos Teresa de Ávila que lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose mucho a él y recibiendo todas las gracias que le pedía. Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros para que le fueran devotos”. EI motivo recordado de Francisco nos lleva a afirmar que san José ha tenido una profunda influencia sobre la devoción popular, en la predicación, en la interpretación de los Padres y de los escritores eclesiásticos o en las expresiones artísticas y en la liturgia.

La devoción a San José se ha desarrollado mucho a lo largo de los siglos y es culminada en su proclamación como Patrón de la Iglesia Católica; ha recibido una atención particular del Magisterio de la Iglesia con varios documentos que son distinguidos, en particular la Redemptoris Custos de Juan Pablo II y recientemente con esta Carta Apostólica Patris Corde del Papa Francisco; Todavía hoy, como ha dicho Papa Juan Pablo II, «Tenemos constantes razones para recomendar a cada persona a San José”. Por ello en la actualidad la relevancia de la devoción a San José se revela en una invitación a amar a Jesús con todo el afecto del corazón y, sobretodo, con un amor incondicional a la voluntad de Dios.

Resulta imposible resumir en pocas palabras las consideraciones de escritores como Cayetano, Suarez, Francisco de Sales, Alápide, Isolani, Gerson, Cartagena, Lépcier, Gauthier, de los Padres de la Iglesia y sobretodo de nuestro cohermano Stramare, solo por citar algunos. San José ha estado en los siglos un padre amado en el corazón de los fieles y continúa a serlo, también en el esfuerzo de conocerlo mejor y cada vez más, sobre todo en los últimos sesenta años con iniciativas como la creación de los Centros de Estudios Josefinos, Simposios, Congresos, etc. Sobre San José.

Esta consideración por nuestro amado padre se ha difundido en todo el mundo con un gran número de Institutos de Vida Consagrada y Sociedad de Vida Apostólica que llevan su nombre, que superan el número de doscientos, y se han difundido en todo el mundo dedicándose a varias actividades como la educación religiosa de los jóvenes, entre los cuales nosotros Oblatos de San José, o los Josefinos del Murialdo en la labor con los jóvenes obreros. Además de estas congregaciones femeninas y masculinas, hay muchas hermandades, Asociaciones e Institutos con el nombre de nuestro Santo, el que demuestra que él es un padre amado. Añádase también un gran número de naciones, ciudades, diócesis, lugares, personas, etc. dedicados a nuestro santo.

San José es un padre amado de un infinito número de santos, como Francisco de Sales que ha declarado a San José “el santo de mi corazón, el padre de mi vida y de mi amor”. San Leonardo da Porto Mauricio, grande devoto de San José, aconsejaba a los cristianos: “Alégrense, piadosos siervos de San José, porque el paraíso está cerca de ustedes; la escalera que lo conduce tiene solo tres gradas: Jesús, María y José. Es así que se sube y baja por esta escalera: mientras se sube, las súplicas primero están puestas entre las manos de San José; José lo entrega a María y María le da a Jesús. Bajando, las respuestas vienen de Jesús; Jesús le da a María, y María le da a José. Jesús hace todo por María, porque es su Hijo; María obtiene todo en su vestimenta de madre, y José puede hacer todo en su condición de hombre justo, esposo y Padre”.

No podemos dejar de recordar como San José es un padre amado de nosotros Oblatos por iniciativa de nuestro San José Marello que ha querido que su Congregación lo tuviese como patrón y modelo y de consecuencia que sus miembros fueran llamados “Oblatos de San José”, que como Oblatos deben comprometerse a honorarlo, amándolo como padre e imitando sus virtudes, así como comprometerse a difundir su devoción. Marello quería que cada miembro de su Congregación se inspirara en su modelo San José, que fue el primero sobre la tierra en cuidar los intereses de Jesús. El enseñaba que sus miembros eran llamados a seguir al Divino Maestro con la observancia de los consejos evangélicos y tenían el propósito de permanecer escondidos y silenciosamente activos en la imitación de este gran modelo de vida pobre y oculta. Se esforzó para que sus Oblatos trataran de reproducir en sus vidas las virtudes características de San José, es decir la unión con Dios, la humildad, el escondimiento, el trabajo, la dedicación a los intereses de Jesús.

La misma veneración por el amado padre San José fue expresada por San Pablo VI que se maravilló de la humildad del custodio del Redentor cuando dice: «qué cosa de más humilde, de más simple, más silencioso, más escondido podría ofrecernos el Evangelio poniendo a José junto a María y de Jesús? Observando el relato evangélico, José se nos presenta con los rasgos más sobresalientes de extrema humildad; modesto, pobre, oscuro y pequeño trabajador que no tiene nada en especial y que no deja en el Evangelio mismo ningún acento real de su voz”.

Finalmente, Papa Francisco recuerda en su Carta que Teresa de Ávila tomó a San José como su abogado e intercesor y animó a todos a ser devotos de nuestro Santo. Teresa era una de las santas más enamoradas de San José. Todavía joven, con 21 años ingresó en el Carmelo y a los 23 años le dieron por muerta cuando se enfermó gravemente a causa del exceso de austeridad. Salvada por milagro, atribuyó su curación a San José, y desde ese momento le confió toda su vida. Dirá: «He visto claramente que ha sido él, mi padre y protector, que me ha curado de esta enfermedad y me ha librado de grandes peligros cuando se ha tratado de mi honor y de la salud de mi alma. Su ayuda me ha proporcionado más bienes de cuánto podría pedirle”. Para ella, San José era su maestro de oración y aconsejaba a las demás personas diciendo que, “Quien no tiene un maestro de oración, tome como guía a este santo glorioso y no correrá el riesgo de perderse”.

El amado padre san José es precisamente este santo de la “presencia cotidiana, discreta y oculta”; el gran privilegiado a ser el mediador misericordioso delante de Dios, como lo definió el Papa Pío IX en uno de sus documentos. A él toda nuestra alabanza, nuestro padre amado.

José Antonio Bertolin OSJ«

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